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Informe estratégico sobre Argentina

Número 84 9 de marzo 2021

La comunicación del gobierno: la falta de credibilidad, en el fondo de la crisis de imagen del Presidente

El kirchnerismo acababa de asumir el poder en 2003, y pude escuchar en persona a un joven jefe de Gabinete Alberto Fernández hablando en un panel de expertos en comunicación política. Era un seminario de management político que organizaba la consultora y publicista Doris Capurro, que con sus aceitados vínculos con aquel gobierno consiguió a Fernández como panelista estrella.

Ese Alberto Fernández, aún sin canas, dejó a un inmenso auditorio con la boca abierta: “de esto de la comunicación política, yo lo tengo bien claro, es bastante sencillo”, afirmó sin falsa modestia al micrófono.

Por Diego Dillenberger, editor de la revista Imagen y conductor de La Hora de Maquiavelo

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En el coffee break, el comentario de los cientos de asistentes variaba: “¿será así? ¿Este nos deja a todos sin trabajo? ¿No se estará mandando un poco la parte? ¿No será un tanto soberbio?”

Se trata del mismo Alberto Fernández que en una entrevista pidió que le graben su afirmación de que no iba a buscar reformar el sistema judicial, el mismo que lanzó la estatización de Vicentín para afirmar días después de las protestas que “yo creía que me iban a aplaudir”. Es el mismo que se abrazó ostensible y melosamente con personajes de pésima imagen como el sindicalista Hugo Moyano o el gobernador Gildo Insfrán, a quien calificó de su “modelo de gobernador”. Este último abrazo ya le está pasando factura.

Es el mismo Alberto Fernández que instaba enojado a la población a mantener distancia social y prometía no reabrir las aulas -aunque sí los casinos- y que a los pocos días convocó a “un millón de argentinos” a velar a Diego Maradona en la casa de gobierno.

Es el mismo que se puso de pie para aplaudir en el Congreso el 1º de marzo al personal de salud, a pocos días del “vacunagate” por el que se descubrió que miles de funcionarios, familiares, amigos y jóvenes militantes se “adelantaron en la fila” de una vacuna demasiado escasa y que estaba destinada, primero que nada, al personal de salud que está en la primera línea de contagios.

De estos ejemplos hay docenas, y van apenas 15 meses de gobierno.

Está claro que Fernández tiene cuatro problemas graves: serias dificultades de gestión, estar al frente a un poder que se maneja en otro lado, tener una comunicación que agrava aún más los problemas y expone constantemente las debilidades de su gestión, pero además padece del convencimiento de que él realmente tiene claro “esto de la comunicación”.

Es muy difícil asesorar a un político que está convencido que de comunicación sabe todo. Y aclaro: por comunicación no debe entenderse sólo sus discursos y declaraciones. Los gestos -en la era de los medios audiovisuales y las redes sociales- comunican mucho más que sus palabras: sus abrazos con los Insfrán, sus repetidas contradicciones y su falta de planificación son permanentes tiros en el pie.

Tiene a su lado a un experimentado asesor de comunicación, como Juan Pablo Biondi, un ex consultor de empresas y políticos en crisis, pero uno lo puede imaginar día a día agarrándose la cabeza viendo y escuchando a su jefe hacer lo que no hay que hacer cuando se está en una crisis: minar cada vez más su credibilidad. Los norteamericanos recomiendan siempre: “if in a hole, stop digging” (si estás en un pozo, dejá de cavar).

La credibilidad es la pólvora que tienen empresarios y políticos para defenderse en una crisis, y el gobierno de Fernández está en una grave crisis sin municiones. Lo muestran todas las encuestas, de todos los colores: la aprobación de gestión cayó de un 65/70% positivo a la mitad en 11 meses desde el pico del inicio de la cuarentena. Las expectativas económicas a futuro de los argentinos son de las más bajas del planeta: con más de 60% de expectativas negativas y menos de 30% de positivas. Según una encuesta reciente de Ricardo Rouvier, solo el 20% de los argentinos cree que la inflación va a bajar. Según dicho encuestador, más del 85% considera que el “vacunagate” o “vacunatorio VIP” es un hecho repudiable.

La falta de credibilidad para encarar una respuesta a la crisis ya había quedado expuesta en un sondeo de Synopsis de principios de diciembre pasado: ante la pregunta de cuánto le cree al presidente Fernández cuando habla, el 60% “no le cree nunca o la mayoría de las veces”. Luego vinieron las promesas, ese mismo mes, de que para febrero de este año ya habría diez millones de argentinos vacunados, y el “vacunagate” llegó en febrero. Se puede pronosticar que la próxima vez que Synopsis pregunte lo mismo, no le va a dar mejor.

En la última encuesta de Giacobbe, la nube de palabras de los encuestados al definir al presidente lleva en el centro con el mayor cuerpo de letra el calificativo de “mentiroso”.

Solo se salva el gobierno en un aspecto, y es que la oposición de Juntos por el Cambio todavía no logró instalar el debate económico que podría dejar al kirchnerismo completamente desnudo. Y eso se debe a que en la oposición no se animan a presentar un plan económico alternativo al desastre actual y al rotundo fracaso propio que fue la gestión económica del ex presidente Mauricio Macri. No se atreven a la autocrítica que exigiría contestar a la pregunta de “¿y por qué no lo hicieron cuando les tocó el turno?”

Por algo, en la misma encuesta de Giacobbe, ante las preguntas sobre los problemas económicos (pobreza, economía, inflación) entre el 40 y el 45% de las respuestas dice que son temas que aquí no tienen solución o que ninguno de los políticos actuales está en condiciones de resolver.

En el país de los ciegos…

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