La prácticamente segura elección de Jair Bolsonaro como presidente del Brasil abre un nuevo escenario político y económico no solo para nuestro vecino sino también para la Argentina. ¿Cuáles son algunas de las consecuencias que su presidencia pueden tener sobre nuestro país?

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Informe estratégico sobre Argentina

Número 38 17 octubre 2017

Por qué el triunfo de Bolsonaro afectará a la Argentina

La prácticamente segura elección de Jair Bolsonaro como presidente del Brasil abre un nuevo escenario político y económico no solo para nuestro vecino sino también para la Argentina. ¿Cuáles son algunas de las consecuencias que su presidencia pueden tener sobre nuestro país?

Por Francisco de Santibañes

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En el plano diplomático, Bolsonaro ha prometido formar una alianza con los Estados Unidos. Este acercamiento, que debería ser facilitado por el hecho de que él y Trump comparten ideas y bases de apoyo similares, tendría la intención de devolverle a Brasil mayor liderazgo regional e internacional. En efecto, una serie de conflictos iniciados por los gobiernos del PT con Washington y los problemas de legitimidad de Temer, al no haber sido electo por los votantes, llevaron a que tanto la administración de Obama como la de Trump mantuvieran cierta distancia con Brasil y trataran por lo contario de posicionar a la Argentina de Macri como su principal socio estratégico en América del Sur. Esta falta de interlocución con Estados Unidos, sumada a su crisis económica y social, le restaron a Brasilia influencia política.

Los planes de Bolsonaro le van a generar un problema a la política exterior argentina, un área de gobierno que le ha brindado buenas noticias a la administración de Macri. Efectivamente, al mejorar las relaciones con algunos de los países con los cuales nos habíamos enfrentado innecesariamente (con Estados Unidos a la cabeza), se crearon las condiciones para que la Argentina recibiera asistencia internacional durante las dificultades económicas por las que está atravesando.

Pero esta ayuda ha sido posible porque es en el interés de Estados Unidos que a la Argentina le vaya bien. En parte esto se debe a que Washington necesita tener un alíado en una región en donde los gobiernos de los otros grandes Estados, Brasil y México, atraviesan serias crisis de legitimidad. El gobierno de Macri también recibió apoyo porque la Argentina es uno de los pocos ejemplos de un país que está tratando de dejar atrás, democráticamente, el populismo de izquierda para acercarse a la esfera de influencia de Estados Unidos e implementar (tímidas) reformas pro mercado. A la Casa Blanca le conviene por lo tanto generar incentivos para que otros países latinoamericanos hagan lo mismo y recompensar al que ya lo ha hecho; esta es parte de su estrategia.

Sin embargo, los triunfos de Lopez Obrador en México y de Bolsonaro en Brasil cambian el mapa regional. Brasil tendrá ahora un presidente que no buscará desafiar a Estados Unidos, como sucedió con Lula, y que tampoco cuidará la autonomía brasileña tan celosamente como lo ha hecho históricamente Itamaraty. Esta estrategia dejaría mal posicionada a la Argentina porque Brasil podría ahora convertirse en el pricipal socio de Washington y, como consecuencia de esto, Buenos Aires ya no podría aspirar a recibir un trato tan privilegiado como el actual.

Dado que uno de los principales apoyos que ha recibido Bolsonaro es el de los militares (siendo él mismo un capitán retirado) es de esperar que le brinde mayor atención y nuevos recursos a las Fuerzas Armadas. Quizás esta sea una oportunidad para que los argentinos comencemos a debatir seriamente cuales deberían ser las tareas de nuestras propias instituciones militares. Lejos de plantearnos este debate, hasta ahora las discusiones respecto a su intervención en asuntos de seguridad interior nos han distraído de aquellos temas centrales que hacen a la defensa (como son la definición de escenarios estratégicos, el desarrollo y la adquisición de sistemas de armas y la formación de los militares).

En el plano económico Bolsonaro también promete marcar un antes y un después respecto a los que han sido hasta ahora los consensos de la clase dirigente brasileña. Su plan económico, que sería implementado por el empresario Paulo Guedes, economista graduado en la Universidad de Chicago, tendría como objetivo poner fin al déficit fiscal, reducir el tamaño del Estado y privatizar empresas públicas. También buscaría darle mayor autonomía al Banco Central e implementar, de manera gradual, una reforma previsional que incluiría un modelo de capitalización y cambios en la edad de jubilación. Otra de las metas del gobierno de Bolsonaro es simplificar un sistema tributario que es conocido por su ineficiancia y complejidad. En definitiva, estas reformas conforman un plan pro mercado que, no solo impactará en su economía, sino en nuestro país.

Si Bolsonaro logra avanzar con su agenda económica nuestro país bajo el gobierno de Macri perdería atractivo para los inversores extranjeros y nacionales. Brasil, por el contrario, se posicionaría como el país estrella de la región, pudiendo atraer nuevas inversiones que le escaparán a una Argentina inmersa en una crisis y con un gobierno que no parecería tener suficiente margen para implementar cambios profundos.

Por el lado positivo, el éxito de Bolsonaro ayudaría a generar consensos respecto a la necesidad de implementar reformas estructurales que le brinden mayor competitividad a la economía argentina. Se abriría asimimo una oportunidad para firmar tratados de libre comercio a través del Mercosur. Esto es al menos lo que propone Bolsonaro y, debido el apoyo que recibió del campo, sector que se beneficia del libre comercio, también parecería ser del interés de su coalición de gobierno.

Una última cosecuencia a analizar, más sutil pero quizás la más importante, es la manera en que la llegada de Bolsonaro al poder puede afectar nuestra política doméstica.

Bolsonaro es parte de un fenómeno más amplio. El conservadurismo popular es un movimiento nacionalista que rechaza a las elites liberales y cosmopolitas y que, por el contrario, reivindica el rol de la religión y de las tradiciones de cada país. En el plano internacional posee una visión realista sobre las relaciones entre los Estados y tiende a desconfiar de los organismos multilaterales. Algunos de sus representantes ya gobiernan las dos potencias mundiales, Estados Unidos y China, una potencia regional como Rusia y otra emergente como la India. También en países tan diferentes como son Israel, Polonia e Italia. Más recientemente este movimiento ha llegado a América latina de la mano de los evangélicos, que han jugando un rol clave en Brasil, Colombia y Chile.

Esta ideología difiere del relato macrista. Efectivamente, el “liberalismo progresista” que fomenta un sector importante de Cambiemos refleja una visión del mundo que ha quedado debilitada. No sólo porque la candidata que el gobierno argentino decidió apoyar para la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton, perdió ante Trump sino porque los políticos que comparten ideas similares, como son Emmanuel Macron en Francia o Justin Trudeau en Canadá, enfrentan serios problemas domésticos debido a la caída de su popularidad y a la creciente fortaleza del conservadurismo popular en sus países.

Debido a que muchos de los líderes del conservadurismo popular tienden a trabajar de manera coordinada, es posible que si el gobierno de Macri no cambia su discurso comience a perder protagonismo internacional. Rápido de reflejos, el Presidente de Chile, Sebastían Piñera, ya se pronunció a favor de las propuestas económicas de Bolsonaro, con quien además comparte el apoyo de las iglesias evangélicas.

¿Cuánto tiempo tardará en llegar a la Argentina el conservadurismo popular? El éxito que ha tenido en nuestro principal vecino seguramente le dará mayor legitimidad y generará incentivos para que algunos políticos argentinos comiencen a adoptar su discurso. Esto es especialmente cierto si consideramos que una de las condiciones que permitió el surgimiento del movimiento en Brasil, una imporante caída de la actividad económica, ahora también está teniendo lugar en la Argentina. y que la inseguridad, una de las preocupaciones sociales que explican el posible triunfo de Bolsonaro, es otro de los temas centrales en la agenda de los argentinos.

El debate por la legalización del aborto tuvo asimismo una consecuencia no querida por los sectores más progresistas del gobierno: convenció a los evangélicos de que tenían que tener una participación más activa en la política y, asimiso, de impulsar las condiciones para que se formara una alianza táctica entre ellos y sectores de la Iglesia Católica para derribar el proyecto de ley. Recordemos que esta coalición, socialmente conservadora, ha jugado un rol clave tanto en la política estadounidense como en la brasilera. Su aparición como un nuevo actor político en la Argentina también tendrá importantes consecuencias aquí.

Podemos entonces concluir que un triunfo de Bolsonaro tendrá importantes consecuencias tanto para la política exterior como para la política y la economía de la Argentina. Si esta novedad es aprovechada correctamente por nuestra dirigencia significará una oportunidad para el país, pero si es ignorada nos impondrá una nueva serie de dificultades.

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