En la campaña electoral de 2015 y la posterior llegada al gobierno del presidente Macri introdujeron en el debate público la advertencia de que Cambiemos en el poder combinaría la ortodoxia económica liberal con un alineamiento automático con los Estados Unidos. Los dos primeros años de gestión demuestran, por el contrario, que el gobierno optó por una fórmula gradualista heterodoxa en lo económico y a favor del multilateralismo en la política exterior.

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Gradualismo en lo doméstico, multilateralismo en lo externo

En la campaña electoral de 2015 y la posterior llegada al gobierno del presidente Macri introdujeron en el debate público la advertencia de que Cambiemos en el poder combinaría la ortodoxia económica liberal con un alineamiento automático con los Estados Unidos. Los dos primeros años de gestión demuestran, por el contrario, que el gobierno optó por una fórmula gradualista heterodoxa en lo económico y a favor del multilateralismo en la política exterior.

Por Fabián Calle

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Durante la campaña electoral de 2015 en Argentina la candidatura de Mauricio Macri despertó un conjunto de advertencias, que se fueron afilando con su victoria en octubre de ese año. Una combinación de clichés y de acción psicológica propio de las campañas políticas, y más en nuestro país, propenso a la dramatización y al antagonismo. También hubo una sincera preocupación.

Todo ello se podría resumir en la emergencia de un gobierno que combinaría ortodoxia económica neoliberal en lo interno y alineamiento con los EE.UU. en lo externo, una aviesa referencia al supuesto alineamiento carnal del gobierno peronista entre 1989 y 1999, olvidando que fue durante esos mismos años que la dupla Carlos Menem y Guido Di Tella le dió vida al Mercosur y rechazó la Zona de Libre comercio hemisferica impulsada por Washington.

Por esas paradojas y picardías de la política, numerosos dirigentes opositores que levantaron las alertas habían sido disciplinados funcionarios o legisladores en los años de la hegemonía menemista. Ni que decir del amplio respaldo que muchos de ellos le dieron a la Convertibilidad lanzada por Domingo Cavallo en 1991.

Pero más allá de la apuesta de algunos políticos a la memoria corta de la gente, a poco de andar la administración macrista distó mucho de avanzar por esos senderos. En materia económica y social se impuso la idea heterodoxa del gradualismo y de un fuerte énfasis en el gasto social y su ampliación con nuevos programas, y la reparación de la deuda con los jubilados. Las críticas surgieron de inmediato, sobre todo de economistas, consultores y formadores de opinión que comenzaron a “correr por derecha” a Cambiemos. Se acuñaron eslogans como “plan perdurar” y otros.

En materia de política exterior, ocurrió algo parecido. Apenas se avizoró que la contienda electoral en los EEUU entre Hillary Clinton y Donald Trump estaría lejos de ser un fácil paseo de la candidata demócrata a la Casa Blanca. La oposición al gobierno de Macri comenzó a argumentar que el conocimiento mutuo desde sus épocas de empresarios así como sus supuestas afinidades ideológicas, harían que la Casa Rosada viera con buenos ojos la victoria del candidato republicano.

Nuevamente, el pronóstico volvió a fallar. Se hizo evidente, tanto en los gestos como en las palabras, que el gobierno nacional distaba de sentirse incómodo con la Demócrata en el Salón Oval. La visita de Obama a la Argentina en sus últimos meses de mandato, la plena sintonía personal entre ambos mandatarios y una agenda compartida, seguramente reforzó esta situación. Cabe destacar que, prudentemente y como corresponde, el Presidente argentino evitó expresar su preferencia política respecto de los dos candidatos que correrían para las elecciones del país del norte.

El triunfo de Trump fue ampliamente aprovechado por la administración Macri, y hoy nadie duda del diálogo fluido al máximo nivel entres las administraciones de ambos países.

La reciente turbulencia financiera que afectó a diversos países emergentes y con particular fuerza a la Argentina, por el cúmulo de problemas heredados, el trauma psicológico de la crisis de 2001 y la prolongada historia nacional de alta inflación y de desequilibrios fiscales y de la cuenta corriente, impulsaron al gobierno a optar por el gradualismo en lo doméstico y el multilateralismo en la política exterior.

La articulacion de relaciones fluidas y cooperativas con los EE.UU, China, Rusia, Brasil, Colombia, España, Alemania, Francia, Japón, etcétera, tuvo su reflejo en los respaldos dados por esos paises a la decision del gobierno argentino de acudir al FMI para enviar un mensaje de tranquilidad a los inversores nacionales y extranjeros. En este sentido, sobresale la conversación telefónica entre los presidentes Macri y Trump, pocos días después de un tweet del Presidente americano reafirmando su apoyo a nuestro país. En simultáneo, el gobierno chino emitió un claro y firme comunicado en el mismo sentido. Finalmente, en una reciente y larga entrevista de la prensa argentina, el Ministro de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa enfatizó la firme apuesta de Moscú por la cooperación política y económica entre ambas naciones.

Por si faltara un botón de muestra a favor del multilateralismo, una delegación de primer nivel de Casa Rosada emprede a fin de mayo una visita oficial a Cuba. De más está decir que Buenos Aires y la Habana tienen visiones por demás contrapuestas en temas como las libertades democráticas y la situación en Venezuela. Asi como tambien es evidente la afinidad del gobierno cubano con los sectores más firmemente opositores al Presidente argentino.

No obstante ello, de manera pragmática y siguiendo un larga historia de nuestro país en materia de política exterior, se optó por llevar a cabo ese viaje de fuerte contenido simbólico. Cabe recordar que todos los gobiernos desde el regreso de la democracia en 1983 han mantenido intensos canales de diálogo con la isla. Si olvidar los famosos intercambios amigables de habanos y de vinos que hacían Fidel Castro y Carlos Menen en los noventa. Incluso el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1973-83) supo coordinar con Cuba posturas y votos para contrarrestar las presiones de la administración Carter de los EE.UU en materia de derechos humanos. Cuba estuvo entre los países que apoyaron a la Argentina en el conflicto por Malvinas.

La administración Macri ha evitado –y busca seguir haciéndolo– parecerse a la caricatura de un gobierno de derecha en lo político, neoliberal en lo económico y furgón de cola del poder de los EE.UU en lo externo. Esto de por sí no implica un mérito ni un pecado, ni tampoco una garantía de éxito o de fracaso. Se parece más a un plan que, pese a las turbulencias, adversidades y críticas por izquierda y por derecha, intenta llevar adelante.

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