Francisco Lavaque se graduó de Viticultor & Enólogo en la Universidad de California en Davis, Estados Unidos. 5ta generación de la familia Lavaque como hacedores de vino en el Valle de Cafayate. Su tatarabuelo comenzó a producir vinos en 1889, iniciando una pasión que perdura hasta hoy. Luego de modernizar los vinos de la familia con la marca QUARA, Francisco comenzó un nuevo proyecto junto a otros dos enólogos: Hugh Ryman y Marcelo Pelleriti. Con la nueva línea de vinos VALLISTO y el ya histórico vino FÉLIX, Francisco se propuso desarrollar uno de los mejores viñedos del mundo para producir vinos de lujo. Aquí, su testimonio.

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Informe estratégico sobre Argentina

Número 14 21 de noviembre 2016

Vinos argentinos: claves y desafíos de una industria de exportación

Invitado de hoy: Francisco Lavaque

Francisco Lavaque se graduó de Viticultor & Enólogo en la Universidad de California en Davis, Estados Unidos. 5ta generación de la familia Lavaque como hacedores de vino en el Valle de Cafayate. Su tatarabuelo comenzó a producir vinos en 1889, iniciando una pasión que perdura hasta hoy. Luego de modernizar los vinos de la familia con la marca QUARA, Francisco comenzó un nuevo proyecto junto a otros dos enólogos: Hugh Ryman y Marcelo Pelleriti. Con la nueva línea de vinos VALLISTO y el ya histórico vino FÉLIX, Francisco se propuso desarrollar uno de los mejores viñedos del mundo para producir vinos de lujo. Aquí, su testimonio.

En el año 2006, lo primero que hicimos con mis socios fue elegir el terreno en un lugar aislado a 2.000 metros sobre el nivel del mar, con clima hostil de gran amplitud térmica. El lugar justo fue sobre la ladera Oeste del Valle de Cafayate, Salta. Luego seleccionamos el material de Malbec que plantaríamos para en cuatro años cosechar los primeros racimos, que nunca son los mejores. Después de cuatro cosechas mas, pasados ocho años, la vid comienza a dar la calidad que buscamos. Permanentemente trabajamos el viñedo buscando su equilibrio para tener fruta concentrada, monitoreando el perfil de su sabor a través del punto justo de madurez. Elaboramos cuidadosamente el vino para esperarlo uno o dos años en barricas de roble francés, luego a la botella y a estibarlo al menos un año mas.

Recuerdo el orgullo y la satisfacción que experimentamos al lograr la primer partida de vinos del proyecto, lista para presentarla al mundo. Uno de los socios, el mas experimentado, dijo: “Ya terminamos con la parte fácil, ahora hay que vender”.

Hacer un gran vino requiere de tiempo, un alto nivel de sofisticación, años de experiencia, visión de largo plazo y un poco de suerte. La Argentina no es un país del montón en este negocio. Somos los quintos productores mundiales en volumen y referente mundial de un varietal reconocido en todos los mercados internacionales, nuestro flamante Malbec.

Las primeras vides conocidas en la Argentina las trajeron los Jesuitas en el siglo XVI. La uva que cultivaban era la Criolla, conocida como País en Chile y Mission en Estados Unidos. En la segunda mitad del siglo XIX, época de fuerte corriente inmigratoria hacia la Argentina, llegaron varias familias que forjaron las bases de la vitivinicultura que hoy conocemos, una de ellas fue la mía.

Estos inmigrantes buscaban climas similares a los que habían dejado en el viejo continente y fueron plantando variedades europeas a lo largo y lo ancho del país. Entre esta variedades estaban el Cabernet Sauvignon y el Malbec. Hoy existen mas de 200.000 hectáreas cultivadas con viñedos en diez provincias, un recorrido que se extiende desde los Valles Calchaquíes hasta Cuyo y, más al sur, a la Patagonia.

Nuestro país es el quinto productor mundial de vino. En el plano interno, el vino se convirtió en parte de nuestra cultura argentina: en la década de 1970 se llegó a consumir 92 litros per cápita.

A partir de entonces el consumo local comenzó a caer, cambiando de manera radical la cultura del vino. Los horarios de trabajo en los grandes centros de consumo pasaron extensos almuerzos seguidos por una siesta a jornadas de trabajo extendidas donde el almuerzo en general se desarrolla en no mas de una hora. Además, el vino fue siendo reemplazado por otras bebidas: gaseosas en lugar de vino con soda y el creciente aumento en el consumo de cerveza. En tres décadas el consumo per cápita pasó de más de 90 litros a menos de 30 litros.

Este cambio en los hábitos de consumo impulsó una etapa de innovación y transformación en la industria del vino. Varios referentes del sector propusieron un plan a largo plazo conocido como Plan Estratégico Vitivinícola Argentina 2020. En la década de 1990, favorecido por la apertura y el valor de nuestra moneda frente al dólar, fue posible importar tecnología de punta que produjo la modernización de la matriz productiva. Se reconvirtieron desde los viñedos hasta las bodegas, dejando una capacidad instalada para hacer vinos de mejor calidad, aptos para los mercados internacionales.

Hubo inversores locales y extranjeros. Parte de los inversores extranjeros fueron familias bodegueras de Francia, Italia y España. Al desarrollar sus proyectos en la Argentina no solo sumaron con sus capitales, sino también con su experiencia y visión para enriquecer la ya tradicional industria local.

La evolución también fue técnica. Se invirtió en la formación de técnicos locales y se incorporó asesoramiento de franceses, italianos y estadounidenses como, respectivamente, Michel Rolland, Alberto Antonini y Paul Hobbs, por solo mencionar algunos. Durante los últimos 30 años interactuaron viñateros locales conocedores de sus suelos y climas con asesores extranjeros que conocían los secretos de los grandes vinos de Burdeos o Napa Valley. No era cuestión de aplicar las mismas recetas europeas y estadounidenses en Cafayate (Salta) o Gualtallary (Mendoza); durante décadas de colaboración y de prueba y error la calidad nunca dejo de mejorar.

Es entonces que un varietal comenzó a destacarse, logrando el sello de identidad que puso a la Argentina en los principales mercados: el Malbec.

Uno de los principales logros del Plan Estratégico Vitivinícola fue que las bodegas salieran a buscar mercados internacionales en conjunto. En un mundo sobre ofertado con miles de diferentes etiquetas, la Argentina en bloque tuvo más fuerza para generar una categoría en las principales góndolas del mundo. Con el objetivo de utilizar una marca-país surgió Wines of Argentina (WOFA).

También fue mejorando la calidad de los vinos en el mercado interno, a pesar del estancamiento en los niveles generales de consumo. La devaluación de los primeros años del siglo XXI generó una mejora competitiva; el atractivo de nuestros vinos hizo el resto.

En 1993 había 12 bodegas exportadoras asociadas a WOFA; en 2012 sumaban 215. En estos mismos 20 años las exportaciones totales de vino (incluyendo envasado y granel) pasaron de USD25 millones al año en 23 mercados a USD918 millones en 126 mercados. En 1993 el 95% de la producción se destinaba a consumo interno mientras que el 5% iba a exportación; en 2012 el consumo interno representaba el 60% y las exportaciones se llevaban el 40% restante.

Año

US$ FOB

Cajas 9 Litros

US$ FOB / Caja 9 Litros

2002

97.621.313

4.646.753

21,01

2003

134.023.479

6.947.533

19,29

2004

184.908.771

9.202.871

20,09

2005

244.663.346

11.565.518

21,15

2006

299.088.756

12.931.863

23,13

2007

395.123.654

15.708.170

25,15

2008

501.301.966

18.213.533

27,52

2009

552.031.245

19.653.411

28,09

2010

648.793.295

21.508.940

30,16

2011

716.156.434

20.824.155

34,39

2012

740.636.073

20.232.441

36,61

2013

742.821.136

19.816.793

37,48

2014

734.766.246

19.885.327

36,95

2015

722.605.634

20.120.435

35,91

Totales

6.714.541.348

221.257.745

30,35

Total vino fraccionado en botella. Fuente de datos: Caucasia

.

Participación del Malbec en la exportación total de vinos (en US$)

Grafico 1 Lavaque

Fuente: Observatorio Vitivinícola Argentino

.

Las exportaciones de vino en botella se multiplicaron mas de siete veces en el periodo 2002-2012, pasando de USD 97,6 millones al año a USD 740,6 millones por año. Dentro de este monto el Malbec representó el 50% de las exportaciones.

En los últimos tres años se freno el crecimiento de las exportaciones de vino, por el atraso cambiario y porque dejamos de ser novedad.

Abrir mercados costó mucho tiempo y esfuerzo y es importante ver mas allá de la coyuntura, defender los logros obtenidos y emprender nuevos desafíos, sin perder continuidad.

Resulta alentador que esta inquieta industria esté buscando su próximo salto. El estilo de nuestros vinos tintos fue reconocido por su potencia de color, de sabores y de estructura, lo que nos permitió ganar fama internacional. Para seguir sumar prestigio tenemos que seguir mejorando, ganar nuevos mercados y expandir los existentes. Los consumidores, cada vez más exigentes, están dispuestos a pagar precios más altos por un vino; buscan elegancia, frescura, complejidad. Lograr este cambio en el estilo de los vinos de alta gama requiere de una suma de detalles y de ir midiendo los resultados a través de la prueba y el error.

Varias bodegas tienen sus áreas experimentales enfocados en la innovación.  Esta búsqueda requiere de un trabajo que combina el método científico con tareas artesanales. Para dar un pequeño salto cualitativo se manejan cientos de variables que aisladas parecen insignificante, pero en la suma  nos aproximamos a la perfección. La selección de los mejores granos de uva, los minuciosos controles de temperatura en cada etapa de la elaboración y las fermentaciones en pequeñas barricas de roble francés hechas de madera seleccionada de bosques específicos, son solo algunos ejemplos. Una camada de técnicos argentinos estamos llevando adelante este proceso con prácticas innovadoras, cuyos resultados son muy alentadores.

Los vinos argentinos están cada vez más alto en los rankings internacionales. Si bien el volumen de las exportaciones sigue estancado, estoy seguro que el trabajo que se está haciendo dará sus mejores frutos, generando más valor agregado para toda la cadena desde el viñatero hasta la distribución. Este proceso se potenciará y retroalimentará de la mano de un país que está volviendo a pensar en el largo plazo.

Las contribuciones de los autores invitados no expresan necesariamente la opinión de Calibar.

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