Un ejercicio árido de los análisis es separar la paja del trigo y no dejarse llevar por clichés pegadizos. Para hacerlo posible, nada mejor que revisar las frías estadísticas de la victoria de Trump del pasado martes 8 de noviembre, lo que arroja algunas sorpresas.

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Informe estratégico sobre Argentina

Número 13 9 de noviembre 2016

Trump y el triunfo menos esperado: curiosidades y paradojas

Un ejercicio árido de los análisis es separar la paja del trigo y no dejarse llevar por clichés pegadizos. Para hacerlo posible, nada mejor que revisar las frías estadísticas de la victoria de Trump del pasado martes 8 de noviembre, lo que arroja algunas sorpresas.

Casi uno de cada tres latinos (29 %) votó a Trump, al igual que el 42 % del voto femenino. Para comprender estos fenómenos, recordemos que en 2012 Obama recibió el 71 % del voto latino, mientras que ahora el 65 % fue para Hillary Clinton. En otras palabras, demócratas y republicanos mantuvieron estos votos; en todo caso se podría concluir que Trump mejoró ahora, marginalmente, el desempeño republicano.

Del mismo modo, es erróneo afirmar que el candidato republicano sólo cosechó el tradicional voto blanco wasp, habiendo logrado imponerse en territorios como Texas y la Florida.

Trump también triunfó en estados y regiones donde se había impuesto Obama en las anteriores elecciones. El caso más paradigmático es la región industrial conocida como Rust Belt, que rodea al sistema de los Grandes Lagos al norte del país, afectada por una larga crisis. El candidato republicano sumó allí 20 electores en Pensilvania y otros 18 en Ohio, claves para asegurar su victoria.

Una lectura más profunda de los resultados en el estado de Florida ofrece otro indicio para comprender el desenlace: Hillary triunfó en las ciudades grandes (como Miami, Palm Beach y Orlando), mientras que Trump se impuso en ciudades medianas y chicas, con mucho peso en el país. Esta situación se repitió en muchos estados, lo que se ve reflejado en el mapa final de la distribución de bancas tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado: los republicanos tuvieron pérdidas mínimas respecto de la conformación vigente, y mantienen mayoría propia en ambas.

Veamos ahora los fondos de campaña recaudados por ambos candidatos: H. Clinton superó con creces los 800 millones de dólares, mientras que Trump logró solo 560 millones de dólares, de los cuales casi un 10 % fue aportado por el candidato. Resulta obvio que la candidata demócrata tuvo más éxito con el establishment que entre los votantes.

Resultó paradójico que los actores económicos privados norteamericanos que llevaron al borde del abismo al sistema económico internacional en septiembre de 2008, dieran su apoyo a la encarnación del ideario progresista y sensible a los problemas de los más débiles representado por Hillary.

Lo mismo puede decirse de los grandes medios de comunicación. Un reciente muestreo sobre medios de prensa puso en evidencia que de los 20 periódicos de mayor circulación en EE.UU., 19 de ellos dio su respaldo explícito a la candidata demócrata.

Con estos ejemplos la conclusión resulta evidente: los sectores del establishment americano abdicaron de la necesidad de realizar un análisis profundo de la sociedad y de los silenciosos cambios y demandas emergentes, y prefirieron reducir su mirada a una parcialidad, y concentrar sus opiniones teniendo en cuenta lo más conveniente y lo más obvio.

Esta miopía fue ilustrada una y otra vez por los medios de comunicación. Una reconocida publicación americana de centro izquierda, publicó un  montaje de un cuadro de Juan Manuel de Rosas con su uniforme de gala, pero con la cabeza de Trump, sin entender que esa caricaturización sólo podía ser comprendida por sectores muy reducidos y no representativos de la población.

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