Todo acontece y nada se recuerda 

en esos gabinetes cristalinos 

donde, como fantásticos rabinos, 

leemos los libros de derecha a izquierda.

 

“Los Espejos”, de Jorge Luis Borges.

" />

CALÍBAR el rastreador

Informe estratégico sobre Argentina

Número 12 20 de octubre 2016

Venezuela y el paradigma del espejo invertido

Todo acontece y nada se recuerda 

en esos gabinetes cristalinos 

donde, como fantásticos rabinos, 

leemos los libros de derecha a izquierda.

 

“Los Espejos”, de Jorge Luis Borges.

Una mirada a la América Latina de estos días muestra una especie de juego de espejos invertidos.

En nuestra región, las referencias al autoritarismo y a los quiebres de las instituciones y las libertades básicas siempre han sido vinculados a los regímenes militares de derecha ligados en muchos casos al bando pro-norteamericano en la pasada Guerra Fría.

Como si fuese un espejo invertido, esta visión ha sido tomada por la matriz ideológica y las alianzas internacionales de sentido opuesto. En efecto, muchos de los fervientes anti-militares en Argentina y en otros países de la región aplauden y alientan la política del gobierno de Venezuela de incorporar a sus militares en cargos claves en el Estado y en el gobierno incluyendo, por ejemplo, la responsabilidad de la distribución de alimentos, que está bajo la coordinación de casi dos decenas de oficiales superiores.

Cuando Guillermo O´Donnell escribió El Régimen Burocrático Autoritario a fines de los años de 1960 no imaginó que su explicación mantendría su vigencia cincuenta años más tarde. Él utilizó ese término compuesto para analizar y explicar los gobiernos militares que asumieron el poder en Brasil en 1964 y en Argentina en 1966, donde los uniformados pasaban a hacerse cargo –y por tiempo indefinido– del manejo de los medios de comunicación, la energía, los ministerios y secretarias, los puertos y aduanas, etc. Los mandos militares y sectores de la élite política y empresarial habían llegado a la conclusión de que solo un régimen de esa naturaleza lograría sacar al país de la inestabilidad política, económica y social, y desactivar las amenazas provenientes de sectores medios pro-izquierdistas y del sindicalismo combativo.

Venezuela reproduce en parte la explicación que O´Donnell propuso para los casos de Argentina y Brasil, pero a diferencia de ellos, la experiencia caribeña se desarrolla en un gobierno que llegó al poder por medio de los votos. Esta es, quizás, la única diferencia relevante; en lo demás, sorprenden las semejanzas, aunque matizadas por el estado de “democracia tutelada” (por los militares) que caracteriza al régimen bolivariano: el quiebre de la regla de la alternancia, el socavamiento de las instituciones, y la violación de las normas constitucionales impulsadas por el mismo régimen como, por ejemplo, la dilación de la convocatoria del referéndum revocatorio.

Este no es el único caso. En la década de 1970 algunos sectores pusieron énfasis en el imperialismo americano y su influencia en la toma de decisiones de los países de la región; un gigante que determinaba los destinos de los liliputienses.

En la actualidad, la decisiva influencia cubana en la situación venezolana también funciona como un espejo invertido. Esa pequeña isla, con escasos PBI y población, es destino permanente de peregrinación de los actuales gobernantes de Venezuela –cuyo tamaño y riqueza multiplica varias veces al de la Nación de los hermanos Castro-, como décadas atrás Moscú era para los cubanos. La crisis venezolana pareciera haber interrumpido el curioso intercambio de ideología por petróleo, expresada por la decisión cubana de abrir negociaciones con Rusia y Argelia para compensar la sensible reducción en el suministro del crudo chavista.

Como en el poema de Borges, la realidad reflejada aparece invertida, y la izquierda toma el lugar de la derecha.

Se permite la reproducción parcial o total de este informe con la mención de la fuente